Cerro la puerta
mientras pensaba: El profesor me pidió que fuera a su oficina, ¿no sé qué hacer?,
estoy nerviosa, pero es que es tan atractivo y tan interesante, y me pongo tan
nerviosa cuando se acerca a mí. Definitivamente debo estar loca, además está
casado y su hija tan hermosa, bueno eso parece en la foto que lleva en la
billetera. Pero porque siento esto, si mis amigas lo supieran seguro me
molestarían y me llenarían de burlas y chistes subidos de todo. Ella sonrío,
mientras bajaba las escaleras del edificio de dormitorios del campus donde se
alojaba, el invierno estaba próximo a llegar, era finales del otoño, el aire
olía a limpio, acababa de llover y las aceras estaban húmedas y llenas de hojas,
sus tacones se escuchaban al caminar, llevaba una blusa tejida pegada al cuerpo
color ladrillo de cuello de tortuga, destacando su talle y cintura y dibujando
en ella sus pechos circulares, una falda tableada a cuadros tipo escoses que le
llegaba por arriba de las rodillas y, unas medias negras lisas que terminaban
en un coqueto encaje ondulado con una florecita y liguero del mismo color, calzaba
unas sandalias con broche plateado al costado con tacón de aguja. Caminaba con
los brazos cruzados pues el fresco de la tarde había hecho que descendiera la
temperatura para darse calor, su cabello largo que llegaba un poco mas allá de
la altura de sus omoplatos volaba de pronto al soplar el viento mientras ella tenía
que retirar de su cara los mechones de pelo que caían desordenados por su
rostro. Levantó la vista y contemplo los céspedes verdes y bien cuidados del
campus de la universidad y a los jardineros que afanosos retiraban las hojas caídas
con sus rastrillos de metal y las colocaban en grandes bolsas de nylon negras.
Al fondo, el edificio de rectoría, de pronto una parvada de pájaros elevo el
vuelo. Ella cerro los ojos y respiro hondo y sintió el frio del viento en su
rostro y dentro de su pecho al pasar a sus pulmones. Giro a la izquierda y siguió
un camino peatonal, pasaron unos estudiantes riendo y haciéndose bromas entre
ellos.
-
¡Hola Alejandra! ¿cómo estás?
-Bien
chicos.
-
¿Vas a clases?
-
No, voy a asesoría.
-Bueno,
cuídate.
-Bye,
chicos.
Llegó
al adusto edificio de Maestros, en él se encontraban las oficinas de los
profesores. Empujó la puerta de perfiles de aluminio y cristal, la cual tenía
una serie de cartelones y avisos pegados a ella con cinta trasparente con goma.
Subió por las escaleras, de pronto sintió que su corazón palpitaba acelerado y
se preguntó qué querrá el profesor, a veces creo que me mira las piernas ¿será
o solo estoy imaginando cosas?, pero es tan serio, cómo puede ser, bueno cálmate
Alejandra no seas tonta, pareces adolescente.
Entró
en un ala del edificio, la cual contenía una barra de madera, detrás de ella
una asistente ya entrada en años con algo de sobrepeso, vestida con un vestido azul
marino con estampado de flores, su cabello oscuro entrecano sujeto en un chongo
improvisado y mal hecho, mientras sus lentes de marco grueso de carey parecían sujetarse
apenas de su nariz.
-Buenas
tardes Carmelita.
La
asistente continuó trabajando sin levantar la vista, como si nadie le hubiera
hablado. Alejandra se sintió un poco incomoda, pero espero en silencio. La
asistente tomo unas hojas las acomodo en un folder de papel color amarillo, abrió
el cajón grande de su escritorio, colocó cuidadosamente la carpeta y lo cerró.
Al fin levantó la mirada y dijo:
¿Qué
desea?
Tengo
cita con el profesor David. Le llegó de pronto el olor a perfume barato de la
asistente.
Bien
déjeme revisar. Tomó un grueso cuaderno de pasta dura ya maltratado, lo abrió y
comenzó a buscar en él.
-Si,
aquí está la cita. ¿Cómo se llama?
-Alejandra
R… R…
-Si
es correcto, pasé por favor ya sabe dónde está la oficina del profesor.
-Si,
muchas gracias.
-Regístrese
y por favor escriba con letra que se entienda. Dijo algo irritada la asistente.
-Si,
claro.
Alejandra
terminó de registrarse y dijo. Gracias voy a pasar, no obtuvo respuesta.
Camino
por un pasillo que en ambos lados tenía oficinas, iluminado por luminarias
cuadradas con acrílicos amarillentos y empolvados, algunas ya parpadeaban y
zumbaban. De pronto Alejandra pensó en abejas.
Llegó
al despacho indicado, la puerta de madera se veía algo descuidada, sin duda ya habían
pasado por ahí varias generaciones de alumnos y tal vez de maestros. Toco
quedamente.
Se
escucho una voz reducida por dentro que dijo una sola frase “pase”
Alejandra
se limpió el sudor de las manos en su falda frotándolas en su pliegue y giro
lentamente la perilla, abrió y pudo ver al profesor que agachado revisaba unos
papeles y hacia anotaciones. Cerró lentamente la puerta y se quedó parada tomándose
las manos por enfrente a la altura de su entrepierna. Se sintió un poco
cohibida y no sabía dónde colocar la vista. Enfrente a la puerta estaba el
escritorio de madera con una cubierta de cristal templado, algunos retratos del
profesor abrazado con su esposa e hija, donde el trio sonreía. Sobre él gran
cantidad de papeles y carpetas en columnas acomodados, sin duda un desorden con
orden y el monitor de la computadora que ocultaba parcialmente al profesor. La
oficina no era muy amplia y se sentía acogedora, en la pared diplomas y
reconocimientos por la vida académica transcurrida del ya maduro profesor. Al fondo
un sofá y love seat en cuero color café, muy al estilo inglés.
El
profesor sin levantar la vista le dijo: por favor pasa y siéntate, ahora estoy
con contigo, dame un momento. Alejandra caminó sintiéndose tímida, cómo odiaba
sentirse así, estar en esa posición de indefensión. Se sentó y cruzo las
piernas mientras sacudía con nervios el pie que quedaba al aire. El profesor,
seguía tachando y haciendo anotaciones, su saco estaba colgado en el perchero, tenía
arremangadas las mangas de su camisa blanca, y la corbata aflojada y el botón del
cuello desabrochado. En su muñeca izquierda un reloj grande plateado, y en su
dedo el anillo de bodas, sus brazos llenos de vellos, saltando a la vista
algunas venas.
Por
fin se puso en pie y camino lento asia Alejandra la cual desvío la vista al
sentir la del profesor en ella, se paró enfrente de ella con las manos en la
cintura y se quedó mirándola en un rictus de seriedad, como si estuviera midiéndola,
analizándola. Ella subía y bajaba la mirada. Por fin se sentó a lado de ella, y
dijo
-¿Cómo
estás Alejandra?
-Bien
profesor.
-Llámame
David, por favor. Mira quería hablar contigo porque te noto distraída en clase,
eres buena estudiante, pero noto que estas dispersa, como que la clase no te
importa o al menos eso pienso.
-No
profesor como cree. Claro que me importa.
-Entonces
¿qué pasa?, ¿algún problema en casa?, ¿pelas con el novio?
Ella
se mordió el labio y se quedó en silencio.
David
de pronto bajo la vista y se quedó contemplado las piernas cruzadas de la
alumna.
Ella
sintió que la sangre se agolpaba en sus mejillas y en un acto reflejo bajo la
pierna y junto los talones en el piso y dijo:
-David,
no quiero parecer osada, pero es precisamente eso lo que me distrae. Cuando
siento que me miras.
El
profesor sonrió y dejo ver sus dientes blancos casi perfectos, mientras su
barba incipiente hacia que la alumna lo viera irresistible. Bajo ella entonces
la cabeza y se quedó contemplando sus manos entrecruzadas de dedos y puestas
sobre su regazo. De pronto y de manera delicada el profesor tomo su mentón y
levantó su cara. Sonreía y sus ojos quedaron a la misma altura mirándose mutuamente.
De pronto sus almas se enlazaron, como si hubieran estado unidos desde siempre,
como si fueran un solo ser, un solo destino, una sola historia, ella supo que
no eran imaginaciones suyas y que el profesor se había dado cuenta de sus
coqueteos en clase.
-Alejandra
dijo él.
-Mientras
ella volvió a bajar la vista.
-Mírame,
dijo él.
-Ella
levantó la vista y volvió a posarla en los ojos de él.
-
David dijo ella en un murmullo casi audible.
-Él
se acercó lentamente y posó de manera tierna y delicada sus labios en los de
ella, apenas un rose, apenas una caricia.
-Ella
cerró sus ojos, mientras su conciencia le decía no está bien, pero su alma y
corazón le gritaban hazlo, vívelo, ámalo.
-
Abrió los ojos ahí estaba David viéndola serio, pero en sus ojos se reflejaba
una súplica.
-
Ella se acercó a él y poso sus labios en los suyos.
Pronto
los ósculos fueron más profundos, largos y tiernos, llenos de calor. Ella pude
sentir como sus labios se humedecían por las silabas mezcladas y sintió también
el sabor a tabaco del aliento de David. Ella puso sus dos manos sobre las
mejillas de él y con los ojos cerrados seguía dándole esa caricia que un hombre
y una mujer se dan con sus bocas llamada besos. Sus lenguas se entrelazaban
mientras él la tomo entres sus brazos atrayéndola asía su cuerpo. Alejandra se dejó
llevar, se soltó por primera vez y no le importaron las consecuencias que podría
traer tan imprudentes actos, solo importaba el momento, solo importaba el
deseo, la pasión y la ternura que su corazón experimentaba.
Al
fin él se separó y se hincó enfrente ella colocando una rodilla al piso y la
otra doblada a la altura de su ombligo tomo delicadamente el pie de ella y
retiro el calzado, ella en un acto reflejo coloco las manos en su falda para
evitar que su ropa interior quedará expuesta.
-Me
encantan tus piernas Alejandra, son mi pasión y en ellas quiero perderme.
-
¡David!, dijo ella.
Mientras
las manos del maduro profesor recorrían lentamente su muslo desde la rodilla y seguían
subiendo hasta estar dentro de su falda, ella simplemente le dejo hacer. Pronto
él llegó a la altura del liguero y quito el seguro, dejando libre la media, sus
dedos se posaron en el resorte de la misma y tocaron la piel de ella. Alejandra
se estremeció y sintió una corriente eléctrica por su espalda haciendo que los
poros de su piel se abrieran.
David
tomo la media y lentamente comenzó a bajarla dejándola a la altura de la
rodilla y poso sus labios en el muslo de ella, mientras ella echó su cabeza
para atrás apoyándola en el respaldo del sofá y cerró sus ojos. David besaba
delicadamente aquel muslo tibio y que se sentía tan suave, llegó a su nariz el
aroma a rosas y lirios con reminiscencias de madera de la crema de ella con la
que seguro humectó su cuerpo después de ducharse. Ella coloco sus manos sobre
su cabeza mientras sus caricias lo despeinaban, continuó bajando la media,
hasta que llegó al tobillo de ella, lo acarició delicadamente y retiro por
completo la media y poso sus labios en el empeine y lo beso delicadamente.
CONTINUARA...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario