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jueves, 21 de marzo de 2019

QUE DIFÍCIL ES SER MUJER


Que difícil es ser mujer a veces, sobre todo por las actividades orgánicas propias de nuestro cuerpo. Si, la famosa “menstruación” que nos pone histéricas, de malas, sensitivas, locas y un largo etcétera, cuyo número de etcéteras aumenta gracias a la inventiva de los caballeros y desde luego a nuestra cooperación para que así sea. Cuando era niña me había dado cuenta que mi mamá utilizaba una especie de cosa blanca que se ponía en sus pantaletas. Llena de curiosidad no sabia a que se debía, pasaron muchas ideas por mi cabeza infantil en ese entonces. Me preguntaba si al crecer yo tendría que hacer eso también y lo mas importante por qué tenia que hacerlo. Se me ocurrió que quizá fuera porque al ser grande a las mujeres se les salía la orina o quizá tenían problemas con sus esfínteres. Eso realmente me aterrorizó. Llena de curiosidad y sobre todo de angustia cierto día me acerque a mi madre y le pregunte algo temerosa y ansiosa -Mami, ¿Por qué usas esa cosa blanca que te pones en el calzón?, ¿apoco cuando creces te haces popo?. ¡Vaya!, mi mami comenzó a reír, yo llena de estupefacción me sentí indignada. ¿Cómo era posible que tomara en broma algo tan delicado?, ¿Qué acaso no sabia lo importante de la situación?. Me enojé y le dije ¡mami no te rías!. Paró de reír y me sonrió, me abrazó y me dio un beso largo en mi mejilla y me dijo –Sabes amor lo que pasa es que cuando las mujeres crecen tienen en su interior algo que se llama “ovalo” (así lo comprendí en ese momento). Es la semillita de las mamás que una vez cada 28 días al no embarazarte sale de ti y sangras. ¡Qué!, ¡qué!, ¡qué!, vaya, fue la primera vez que me enteré que al haber nacido con mi sexo tendría que pasar por esa experiencia al menos cada 28 días. Y le dije esperanzada que eso no me pasaría a mí, –¿A mí me va a pasar también?. -Si mi niña a todas las mujeres les pasa y cuando te pase no te asustes me tienes que decir. – Y ¿Falta mucho para eso? Pregunté resignada y temerosa por ese fatídico y trágico día. – Pues depende de cada cuerpo amor, ahora tienes 8 años quizá comiences a los 11 años, pero puede ser antes o después. Mi madre tenía un libro ilustrado que ahora ya no recuerdo su nombre, ni la editorial, un libro muy bonito por cierto donde se explicaba el funcionamiento del cuerpo femenino, la menstruación y el embarazo. Aun recuerdo la imagen de una mujer con su pancita y como si le hubieran colocado rayos X, se veía el bebé dentro de ella. Conocí entonces que la famosa menstruación solo les pasaba a las mujeres y mamá me explico todo.
Tendría alrededor de 12 años cuando comencé a menstruar, y lo más horrible fue que me paso en la escuela. La noche anterior al acostarme sentí una ligera molestia en mi abdomen. No le hice caso, pero la molestia no se fue, entre sueños podía sentirla, al despertar estaba ahí, bueno quizá algo que me cayó mal. Las clases fueron interminables para mí, verán el dolor no era muy intenso, pero si constante de tal manera que se volvió insoportable. Recuerdo estar en el laboratorio de biología-química (lo compartían ambas clases). Tenía unas mesas enormes cuadradas fijadas al piso y lavamanos, nos sentábamos en bancos, yo hacia esfuerzos por poner atención y entonces lo sentí por primera vez, sentí el famoso “bajón”, no pude sino imaginarme aquellas llaves que ya no cierran bien y dejan pasar un chorrito de agua. Supe inmediatamente que me había sucedido, mi madre ya me había platicado de aquello y desde luego en la escuela ya nos lo habían explicado. Que situación tan bochornosa para mí, quería morirme, no quería moverme, ni pararme. Lo bueno es que mi amiguita Teresa se sentaba junto a mí, así que recurrí a ella y muy quedo le dije al oído lo que me sucedía. Ella abrió los ojos y comenzamos a cuchichear que podíamos hacer. Al rato el profesor Briones nos dijo que guardáramos silencio. Teresa dijo que era necesario que fuéramos al sanitario y como seguíamos hablando bajo, el profesor nuevamente nos llamó la atención. Teresa se paró y fue hasta el frente a hablar con él, vi que le hablaba al oído mientras una pena intensa se desarrollaba en mi interior, sobre todo porque no quería que se enterara nadie. Cuando Tere termino de hablar con él, dijo Alejandra sal con Teresa, acompáñala.  Todos los ojos se posaron en nosotras, creo que pensaron que nos habían sacado de clases por estar platicando y yo quería nuevamente morir. No era posible que queriendo pasar desapercibida todos nos estaban viendo. Finalmente salimos del salón y nos dirigimos al sanitario de las chicas, ahí me encerré en un wc. Tere dijo voy a ver a la doctora. Al rato llegó con ella y la directora, la Hermana Carmen. La doctora me ayudo a asearme y me dio mi primera toalla intima y desde luego me mandaron a casa. A partir de ahí comencé con el ciclo menstrual, que para mi era un horror espantoso esperarlo debido a los cólicos. Con angustia esperaba esos días fatales. Mamá me llevó al doctor, al ginecólogo, que nerviosa estaba ese día y luego me recetó unas pastillas y me dijo  -Los dolores van a pasar cuando te cases. En ese entonces no comprendí, pensé que al casarme eso contribuía de alguna manera para que no padeciera de los cólicos. Pero se refería desde luego a las relaciones sexuales. Las pastillas que me recetaron eran enormes y mamá me las partía para que ´pudiera tomarlas, sin embargo, había veces en que tenía que soportar los cólicos porque mi madre me decía que no era bueno que tomara tanta medicina, así que me ponía paños calientes en  mi abdomen. Entiendo perfectamente porque nos volvemos tan inestables esos días, en aquel entonces no quería que nadie me hablara y el dolor me ponía de malas, histérica, agresiva, sin ganas de nada. Que difícil es ser mujer a veces, que complicadas son las cosas que suceden en nuestras partes íntimas, como la menstruación, o las primeras relaciones sexuales, yo no he tenido hijos, pero me imagino que el parto también. Pero no me arrepiento de haber nacido mujer, no cambiaría el ser mujer, aun con nuestros errores, nuestro mal temperamento, nuestras angustias y sin sabores, lo difíciles que podemos ser a veces y el agua y el aceite que en ocasiones somos con los varones, que manera tan distinta de pensar y ver las cosas entre ellos y nosotras, cuan distintos somos y cuan semejantes, cuan diferentes pueden ser las cosas que nos motivan y sin embargo siempre juntos en la vida, que molestia debemos ser para ellos en esos días y como queremos que ellos nos comprendan en esos días, este es el precio que hay que pagar por ser mujer y creo que vale la pena y por eso siempre he pensado “¡QUE BUENO QUE SOY MUJER!”

lunes, 11 de marzo de 2019

EL PRIMER AMOR

Me enamoré, simplemente me enamoré, que gran acontecimiento es sentir en el corazón el amor por primera vez, cautiva, alegra, y da ilusiones. Qué hermosa es esa vivencia, que pletórica, que mágica y maravillosa. Estaba sentada en mi escritorio, hacia dos meses que había empezado a trabajar. La constructora no era muy grande pero tampoco muy chica, tenía varias obras. Mas de 50 empleados de confianza trabajaban en ella, entre ingenieros, arquitectos, contadores, secretarias, etc. Entonces lo vi por primera vez, la verdad es que fue para mí totalmente indiferente. Alto, delgado, moreno, de hecho, no muy atractivo, era el hermano de Sara, la contadora general de la empresa. Ella había sido la que me había entrevistado y contratado. Estaba ahí para visitar a su hermana, pasó al lado de mi escritorio, sonrió y dijo, hola, yo contesté igual y siguió por su camino a la oficina de su hermana. Mire por el ventanal del piso 24 del edificio de oficinas, en Santa Fe, en la Ciudad de México, el cielo estaba gris, nublado, y de pronto se escuchaba apagado el ruido del tráfico. Y llegó a mi la añoranza del hogar. Hace dos meses había partido de la casa paterna. El domingo por la tarde mis padres me acompañaron a la central de autobuses y fui a vivir a la ciudad de México. Había tenido muchas dudas de aceptar el trabajo y desde luego mucho miedo. Que difícil es dejar la seguridad de la familia para iniciar la propia historia. Pero mi padre me había dicho que era parte de la vida y que era tiempo que empezara a ser responsable de mí, que no podía dejar de aprovechar la oportunidad que se me presentaba, que estaba bien para que madurara. Mi madre apoyó a papá y me dio palabras de ternura y de ánimo. Así que fui fuerte, aunque por dentro sentía que me faltaba las fuerzas. El autobús comenzó su marcha, yo sentada a lado de la ventana, contemplé a mis viejitos, parados despidiéndose de mi en el andén, con sonrisas en sus caras y haciéndome el ademan de adiós. Me despedí de ellos regresándoles el ademan y mandándoles besos. Mamá me había preparado unos sándwiches, y me había puesto un paquete de galletas, café con leche en un termo, una botella de jugo de naranja, una manzana y una bolsa de papas fritas, en mi morralito. Papá me dio dinero y me dijo por si tienes alguna emergencia o si te falta. Comencé a mirar la película que proyectaban en el autobús y a comer lo que mamá me había puesto, pero en mi pecho sentía la incertidumbre y aunque lo negara no quería ir, quería esconderme debajo de la cama. Regrese de mis recuerdos, al escuchar que alguien me hablaba

– Eres nueva verdad, nunca te había visto
 – Si, apenas entré. Contesté.

Cuánto tiempo tienes de estar trabajando.

Tengo dos meses.

Me llamo Joel, mucho gusto.
Hola Joel, yo soy Alejandra. ¿Tu trabajas aquí?

No, solo viene a ver a mi hermana, es la contadora Sara.
–¿Sara?, ¿De verdad?, vaya que sorpresa, ella ha sido muy amable conmigo y me ha ayudado mucho.

Bueno ya no te quito tu tiempo, me dio gusto conocerte.
Gracias, igualmente Joel, cuídate y pórtate bien.
¿Cómo sabes que no me porto bien?, Además no tienes que limitarme, ¿Qué tal si no quiero portarme bien?

Ja, ja, ja, Bueno, pórtate como quieras, pero no te metas en problemas.
–Adiós, Alejandra.
–Adiós, Joel, mucho gusto.

Llegué a la central de autobuses de la Ciudad de México en la noche y Leticia con su esposo me estaba esperando. Ella era amiga de Sara la contadora, a través de ella, Leticia me había ofrecido quedarme en un edificio propiedad de ella. En la planta baja tenían un restaurante, en los niveles de arriba tenían dormitorios para algunos de sus empleados, y algunos de sus sobrinos que estaba estudiando la universidad y venían de otra parte de la república. Yo compartiría el cuarto con Maribel, una muchacha que venía de Oaxaca y trabajaba de cocinera en el restaurante. Tenía ventajas, la primera es que no estaría sola, pues viviría rodeada de gente y la segunda que Leticia me había ofrecido su ayuda sin que yo pagara renta alguna.
–Me dijo, lo hago por Sara, ella es mi mejor amiga y tenemos muchos años de conocernos, y si ella me pide que te ayude, pues yo lo hago con mucho gusto, porque ella me lo pidió.

La rutina se había abierto paso, y la costumbre entró en mi destino. Los miedos, dudas, habían desaparecido y me acostumbré a vivir ahí, en esa ciudad. A viajar los viernes por la noche para estar en casa y a regresar a mis obligaciones los domingos por la tarde. Me sentía orgullosa de mí, de que me estaba haciendo cargo de mi misma y desde luego el tener un salario que da una independencia que nunca había experimentado.
Joel iba esporádicamente a ver a su hermana, así que de pronto nos saludábamos, era una relación mas cortés que de amistad. Pero lo uno llevo a lo otro, las pláticas comenzaron a ser más comunes. Y la cortesía se volvió amistad y la amistad, familiaridad y la familiaridad, amor. Comenzamos a salir, el me invitaba a comer y yo aceptaba, comíamos y platicábamos. A decir verdad, el nunca me interesó y yo no tenía la intención de que llegará ser mi novio, ni siquiera era una situación que pasará por mi cabeza. Pero el era verdaderamente agradable en su trato, amable, respetuoso, cortés, muy simpático, tenia su forma de ser varonil. Me parecía un hombre interesante. Realmente sabia como interesarte en la platicas. Algunas ocasiones además de comer íbamos a tomar café, simplemente a caminar, y al cine. En la oficina mis compañeros de trabajo me decían si éramos novios y yo contestaba que no, solo amigos. Por otro lado, yo sabía que él tenía novia, y esa era una de las razones por las que no me interesaba, de hecho, hubo algún momento en que sentí escrúpulos de salir con un hombre con novia. Yo sabía desde luego de sus problemas entre ambos porque Joel me los contaba y sabía que su relación no era buena. Él me había contado que ya quería romper con ella, en fin. Un día estábamos cenando y entre risas mi mirada se poso en él, ya no me parecía feo como al principio, es más, como si alguna venda hubiera caído de mis ojos, me pareció bastante atractivo, pensé para mí, no es feo, es guapo. Al terminar de cenar me acompaño al departamento en que vivía, nos fuimos caminado porque no estaba lejos, íbamos uno al lado del otro, pero de pronto la distancia entre nosotros se cerró y al bracear nuestras manos se tocaron, me gusto ese toque, me sentí bien. Pero desde luego fingí que nada había pasado. De pronto él alzo su brazo y lo poso sobre mis hombros y me atrajo asía él y yo le dejé hacer, me sentí bien, me gusto, de pronto se detuvo y me giro asía él, e hizo como que me iba a dar un beso, pero sonrió y me dijo: ¿Creíste que te iba a besar?, solo bromeaba, y yo le dije dame el beso, y me dijo ¿Cómo?, que me des el beso, bésame; él me lo dio, fue mi primer beso. Un beso tierno, un beso intenso. Al principio fue solo el toque con los labios, pero después, él introdujo su lengua, debo confesar que el intercambio de saliva no me gustó, me pereció algo repulsivo, pero la situación fue mágica, verdaderamente nueva, llena de expectación, es una sensación única, agradable, en el alma, en el cuerpo, en el corazón, en el ser, la felicidad del paraíso en un momento fulmíneo, en un instante que sabe a eternidad, que sabe a gloria, que hincha el pecho y llena de sensación de alegría, de esperanza. El me abrazó y yo le abracé con todas mis fuerzas, con todo mi ser, con todo lo que tenía, con todo lo que era; estaba enamorada, de verdad que le quería, me di cuenta que sentía amor por él, que mis sentimientos, afectos, emociones se habían volcado a él. Llegamos a mi departamento y él me dijo – Podemos vernos mañana y yo respondí – Claro.

Guau, que día, me acosté ilusionada, llena de amor, enamorada, pero con una nube negra en mi corazón, él tenia novia. Yo sabía que eso no era correcto, pero de alguna manera tenia que pedirle que si esto que había pasado fuera a llegar a más tenía que terminar con ella para que yo fuera su novia.
Los días pasaron, al principio no sabía con certeza que éramos exactamente, porque Joel a veces iba y seguíamos como que, siendo amigos, pero a veces los besos volvían. Yo quería aclarar las cosas, pero un dejo de dignidad y escrúpulos me lo impedían, pues no quería ser la rogona, la ladrona y destructora de un noviazgo. Pero al final tuve que decirle que no seguiría saliendo con él sino me aclaraba las cosas. El me respondió dame tiempo para arreglar las cosas. Y le dije, claro, tienes todo el tiempo que quieras, pero debes saber que mientras tengas novia no voy a permitir que tengas confianzas conmigo, pero tampoco quiero presionarte, lo que decidas lo aceptaré, si terminas con tu novia, me voy a sentir mal por ser la causa, pero creo que vale la pena y si decides quedarte con ella, pues también lo aceptaré y voy a respetar tu decisión. Un día me invito a salir, al principio me negué, pero me dijo es que hay algo que quiero contarte y es importante para mí, te prometo que será solo un café, si quieres nos vemos donde siempre. Le dije que sí, era viernes por la noche tenía que regresar a casa así que le dije que no tenia mucho tiempo, aunque el autobús salía a las 11 de la noche. Cuando llegué, él ya había llegado, le vi guapísimo, con un pantalón negro de casimir, un suéter azul marino y una camisa blanca con rayas delgadas de varios colores; me sonrió y yo a él, me dirigí a la mesa con mi maleta de esas que tienen llantitas y su jaladera plegable que se esconde, se puso de pie y sonrió con mucha alegría, me dio un beso en la mejilla y yo también. Me dijo quieres algo, le dije que sí, pues tenía hambre, el mesero se acercó y solicitamos el servicio. Era algo gracioso, porque lo mas practico hubiera sido que nos viéramos en el restaurante de Leticia, pero preferíamos que fuero en otro cercano, pues para evitar habladurías o chismes. Creo que la discreción siempre es mejor. Al terminar de cenar me dijo: -es que quería decirte que ya terminé con Liliana, no podía seguir con ella, la verdad es que nuestra relación era mas de peleas y desacuerdos que de respeto y unión y quería que lo supieras. Sentí mi pecho frio, no esperaba eso, me sentí culpable, pero feliz también, y supe en ese momento para que estaba yo ahí. Joel me miro y me dijo Alejandra tu eres lo mas importante que me ha pasado en la vida y no quiero perderte, quiero que sigas siendo parte de ella y quería hacerte una pregunta. Mi corazón se aceleró, mis manos comenzaron a sudar y yo tratando que mi voz sonara firme le dije: -Claro, ¿Qué quieres saber? -. Alejandra, quiero pedirte que seas mi novia. Guauuu!!!, que emoción, que dicha, que alegría sentí, no pude menos que sonreír, no puede evitarlo, me brotaron lágrimas de los ojos, por la emoción, porque estaba realmente conmovida. Joel se alarmó y me dijo no llores, te ofendí, perdóname que tonto soy. No, no es eso, no has hecho nada malo, claro que quiero ser tu novia, si, si, si y lloré. Que tonta debí haberme visto, pero para mi fue un acontecimiento especial, único. Me sentí muy emocionada, ilusionada. Al salir del restaurante, Joel me abrazó y me besó y me acompañó a la central de autobuses, se quedo conmigo hasta que partió mi autobús, pero en todo ese tiempo no paramos de besarnos y darnos arrumacos y de decirnos ¡TE AMO!