Que difícil es ser mujer a veces, sobre
todo por las actividades orgánicas propias de nuestro cuerpo. Si, la famosa
“menstruación” que nos pone histéricas, de malas, sensitivas, locas y un largo
etcétera, cuyo número de etcéteras aumenta gracias a la inventiva de los
caballeros y desde luego a nuestra cooperación para que así sea. Cuando era
niña me había dado cuenta que mi mamá utilizaba una especie de cosa blanca que
se ponía en sus pantaletas. Llena de curiosidad no sabia a que se debía,
pasaron muchas ideas por mi cabeza infantil en ese entonces. Me preguntaba si
al crecer yo tendría que hacer eso también y lo mas importante por qué tenia
que hacerlo. Se me ocurrió que quizá fuera porque al ser grande a las mujeres
se les salía la orina o quizá tenían problemas con sus esfínteres. Eso
realmente me aterrorizó. Llena de curiosidad y sobre todo de angustia cierto
día me acerque a mi madre y le pregunte algo temerosa y ansiosa -Mami, ¿Por qué
usas esa cosa blanca que te pones en el calzón?, ¿apoco cuando creces te haces
popo?. ¡Vaya!, mi mami comenzó a reír, yo llena de estupefacción me sentí
indignada. ¿Cómo era posible que tomara en broma algo tan delicado?, ¿Qué acaso
no sabia lo importante de la situación?. Me enojé y le dije ¡mami no te rías!.
Paró de reír y me sonrió, me abrazó y me dio un beso largo en mi mejilla y me
dijo –Sabes amor lo que pasa es que cuando las mujeres crecen tienen en su
interior algo que se llama “ovalo” (así lo comprendí en ese momento). Es la
semillita de las mamás que una vez cada 28 días al no embarazarte sale de ti y
sangras. ¡Qué!, ¡qué!, ¡qué!, vaya, fue la primera vez que me enteré que al
haber nacido con mi sexo tendría que pasar por esa experiencia al menos cada 28
días. Y le dije esperanzada que eso no me pasaría a mí, –¿A mí me va a pasar
también?. -Si mi niña a todas las mujeres les pasa y cuando te pase no te
asustes me tienes que decir. – Y ¿Falta mucho para eso? Pregunté resignada y
temerosa por ese fatídico y trágico día. – Pues depende de cada cuerpo amor,
ahora tienes 8 años quizá comiences a los 11 años, pero puede ser antes o
después. Mi madre tenía un libro ilustrado que ahora ya no recuerdo su nombre,
ni la editorial, un libro muy bonito por cierto donde se explicaba el
funcionamiento del cuerpo femenino, la menstruación y el embarazo. Aun recuerdo
la imagen de una mujer con su pancita y como si le hubieran colocado rayos X,
se veía el bebé dentro de ella. Conocí entonces que la famosa menstruación solo
les pasaba a las mujeres y mamá me explico todo.
Tendría alrededor de 12 años cuando
comencé a menstruar, y lo más horrible fue que me paso en la escuela. La noche
anterior al acostarme sentí una ligera molestia en mi abdomen. No le hice caso,
pero la molestia no se fue, entre sueños podía sentirla, al despertar estaba
ahí, bueno quizá algo que me cayó mal. Las clases fueron interminables para mí,
verán el dolor no era muy intenso, pero si constante de tal manera que se
volvió insoportable. Recuerdo estar en el laboratorio de biología-química (lo
compartían ambas clases). Tenía unas mesas enormes cuadradas fijadas al piso y
lavamanos, nos sentábamos en bancos, yo hacia esfuerzos por poner atención y entonces
lo sentí por primera vez, sentí el famoso “bajón”, no pude sino imaginarme
aquellas llaves que ya no cierran bien y dejan pasar un chorrito de agua. Supe
inmediatamente que me había sucedido, mi madre ya me había platicado de aquello
y desde luego en la escuela ya nos lo habían explicado. Que situación tan
bochornosa para mí, quería morirme, no quería moverme, ni pararme. Lo bueno es
que mi amiguita Teresa se sentaba junto a mí, así que recurrí a ella y muy
quedo le dije al oído lo que me sucedía. Ella abrió los ojos y comenzamos a
cuchichear que podíamos hacer. Al rato el profesor Briones nos dijo que
guardáramos silencio. Teresa dijo que era necesario que fuéramos al sanitario y
como seguíamos hablando bajo, el profesor nuevamente nos llamó la atención.
Teresa se paró y fue hasta el frente a hablar con él, vi que le hablaba al oído
mientras una pena intensa se desarrollaba en mi interior, sobre todo porque no
quería que se enterara nadie. Cuando Tere termino de hablar con él, dijo
Alejandra sal con Teresa, acompáñala.
Todos los ojos se posaron en nosotras, creo que pensaron que nos habían
sacado de clases por estar platicando y yo quería nuevamente morir. No era
posible que queriendo pasar desapercibida todos nos estaban viendo. Finalmente
salimos del salón y nos dirigimos al sanitario de las chicas, ahí me encerré en
un wc. Tere dijo voy a ver a la doctora. Al rato llegó con ella y la directora,
la Hermana Carmen. La doctora me ayudo a asearme y me dio mi primera toalla
intima y desde luego me mandaron a casa. A partir de ahí comencé con el ciclo
menstrual, que para mi era un horror espantoso esperarlo debido a los cólicos.
Con angustia esperaba esos días fatales. Mamá me llevó al doctor, al
ginecólogo, que nerviosa estaba ese día y luego me recetó unas pastillas y me
dijo -Los dolores van a pasar cuando te
cases. En ese entonces no comprendí, pensé que al casarme eso contribuía de
alguna manera para que no padeciera de los cólicos. Pero se refería desde luego a las relaciones sexuales. Las pastillas que me recetaron eran enormes y mamá me las partía para que ´pudiera tomarlas, sin embargo, había veces en que tenía que soportar los cólicos porque mi madre me decía que no era bueno que tomara tanta medicina, así que me ponía paños calientes en mi abdomen. Entiendo perfectamente porque nos volvemos tan inestables esos días, en
aquel entonces no quería que nadie me hablara y el dolor me ponía de malas, histérica,
agresiva, sin ganas de nada. Que difícil es ser mujer a veces, que complicadas
son las cosas que suceden en nuestras partes íntimas, como la menstruación, o
las primeras relaciones sexuales, yo no he tenido hijos, pero me imagino que el
parto también. Pero no me arrepiento de haber nacido mujer, no cambiaría el ser
mujer, aun con nuestros errores, nuestro mal temperamento, nuestras angustias y
sin sabores, lo difíciles que podemos ser a veces y el agua y el aceite que en
ocasiones somos con los varones, que manera tan distinta de pensar y ver las
cosas entre ellos y nosotras, cuan distintos somos y cuan semejantes, cuan
diferentes pueden ser las cosas que nos motivan y sin embargo siempre juntos en
la vida, que molestia debemos ser para ellos en esos días y como queremos que
ellos nos comprendan en esos días, este es el precio que hay que pagar por ser
mujer y creo que vale la pena y por eso siempre he pensado “¡QUE BUENO QUE SOY
MUJER!”
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