Me
enamoré, simplemente me enamoré, que gran acontecimiento es sentir en el
corazón el amor por primera vez, cautiva, alegra, y da ilusiones. Qué hermosa
es esa vivencia, que pletórica, que mágica y maravillosa. Estaba sentada en mi
escritorio, hacia dos meses que había empezado a trabajar. La constructora no
era muy grande pero tampoco muy chica, tenía varias obras. Mas de 50 empleados
de confianza trabajaban en ella, entre ingenieros, arquitectos, contadores,
secretarias, etc. Entonces lo vi por primera vez, la verdad es que fue para mí totalmente
indiferente. Alto, delgado, moreno, de hecho, no muy atractivo, era el hermano
de Sara, la contadora general de la empresa. Ella había sido la que me había
entrevistado y contratado. Estaba ahí para visitar a su hermana, pasó al lado
de mi escritorio, sonrió y dijo, hola, yo contesté igual y siguió por su camino
a la oficina de su hermana. Mire por el ventanal del piso 24 del edificio de
oficinas, en Santa Fe, en la Ciudad de México, el cielo estaba gris, nublado, y
de pronto se escuchaba apagado el ruido del tráfico. Y llegó a mi la añoranza
del hogar. Hace dos meses había partido de la casa paterna. El domingo por la
tarde mis padres me acompañaron a la central de autobuses y fui a vivir a la
ciudad de México. Había tenido muchas dudas de aceptar el trabajo y desde luego
mucho miedo. Que difícil es dejar la seguridad de la familia para iniciar la
propia historia. Pero mi padre me había dicho que era parte de la vida y que
era tiempo que empezara a ser responsable de mí, que no podía dejar de
aprovechar la oportunidad que se me presentaba, que estaba bien para que
madurara. Mi madre apoyó a papá y me dio palabras de ternura y de ánimo. Así
que fui fuerte, aunque por dentro sentía que me faltaba las fuerzas. El autobús
comenzó su marcha, yo sentada a lado de la ventana, contemplé a mis viejitos,
parados despidiéndose de mi en el andén, con sonrisas en sus caras y haciéndome
el ademan de adiós. Me despedí de ellos regresándoles el ademan y mandándoles
besos. Mamá me había preparado unos sándwiches, y me había puesto un paquete de
galletas, café con leche en un termo, una botella de jugo de naranja, una
manzana y una bolsa de papas fritas, en mi morralito. Papá me dio dinero y me
dijo por si tienes alguna emergencia o si te falta. Comencé a mirar la película
que proyectaban en el autobús y a comer lo que mamá me había puesto, pero en mi
pecho sentía la incertidumbre y aunque lo negara no quería ir, quería
esconderme debajo de la cama. Regrese de mis recuerdos, al escuchar que alguien
me hablaba
– Eres
nueva verdad, nunca te había visto
– Si, apenas entré. Contesté.
–Tengo dos meses.
–Me llamo Joel, mucho gusto.
–Hola Joel, yo soy Alejandra. ¿Tu trabajas aquí?
–No, solo viene a ver a mi hermana, es la
contadora Sara.
–¿Sara?,
¿De verdad?, vaya que sorpresa, ella ha sido muy amable conmigo y me ha ayudado
mucho.
–Gracias, igualmente Joel, cuídate y pórtate
bien.
–¿Cómo sabes que no me porto bien?, Además no
tienes que limitarme, ¿Qué tal si no quiero portarme bien?
–Ja, ja, ja, Bueno, pórtate como quieras, pero
no te metas en problemas.
–Adiós,
Alejandra.
–Adiós,
Joel, mucho gusto.
Llegué
a la central de autobuses de la Ciudad de México en la noche y Leticia con su
esposo me estaba esperando. Ella era amiga de Sara la contadora, a través de
ella, Leticia me había ofrecido quedarme en un edificio propiedad de ella. En
la planta baja tenían un restaurante, en los niveles de arriba tenían
dormitorios para algunos de sus empleados, y algunos de sus sobrinos que estaba
estudiando la universidad y venían de otra parte de la república. Yo
compartiría el cuarto con Maribel, una muchacha que venía de Oaxaca y trabajaba
de cocinera en el restaurante. Tenía ventajas, la primera es que no estaría
sola, pues viviría rodeada de gente y la segunda que Leticia me había ofrecido
su ayuda sin que yo pagara renta alguna.
–Me
dijo, lo hago por Sara, ella es mi mejor amiga y tenemos muchos años de
conocernos, y si ella me pide que te ayude, pues yo lo hago con mucho gusto,
porque ella me lo pidió.
La
rutina se había abierto paso, y la costumbre entró en mi destino. Los miedos,
dudas, habían desaparecido y me acostumbré a vivir ahí, en esa ciudad. A viajar
los viernes por la noche para estar en casa y a regresar a mis obligaciones los
domingos por la tarde. Me sentía orgullosa de mí, de que me estaba haciendo
cargo de mi misma y desde luego el tener un salario que da una independencia
que nunca había experimentado.
Joel iba esporádicamente a ver a su hermana, así que de pronto nos saludábamos, era
una relación mas cortés que de amistad. Pero lo uno llevo a lo otro, las
pláticas comenzaron a ser más comunes. Y la cortesía se volvió amistad y la
amistad, familiaridad y la familiaridad, amor. Comenzamos a salir, el me
invitaba a comer y yo aceptaba, comíamos y platicábamos. A decir verdad, el
nunca me interesó y yo no tenía la intención de que llegará ser mi novio, ni
siquiera era una situación que pasará por mi cabeza. Pero el era verdaderamente
agradable en su trato, amable, respetuoso, cortés, muy simpático, tenia su
forma de ser varonil. Me parecía un hombre interesante. Realmente sabia como
interesarte en la platicas. Algunas ocasiones además de comer íbamos a tomar
café, simplemente a caminar, y al cine. En la oficina mis compañeros de trabajo
me decían si éramos novios y yo contestaba que no, solo amigos. Por otro lado,
yo sabía que él tenía novia, y esa era una de las razones por las que no me
interesaba, de hecho, hubo algún momento en que sentí escrúpulos de salir con
un hombre con novia. Yo sabía desde luego de sus problemas entre ambos porque
Joel me los contaba y sabía que su relación no era buena. Él me había contado que
ya quería romper con ella, en fin. Un día estábamos cenando y entre risas mi
mirada se poso en él, ya no me parecía feo como al principio, es más, como si
alguna venda hubiera caído de mis ojos, me pareció bastante atractivo, pensé
para mí, no es feo, es guapo. Al terminar de cenar me acompaño al departamento
en que vivía, nos fuimos caminado porque no estaba lejos, íbamos uno al lado
del otro, pero de pronto la distancia entre nosotros se cerró y al bracear
nuestras manos se tocaron, me gusto ese toque, me sentí bien. Pero desde luego
fingí que nada había pasado. De pronto él alzo su brazo y lo poso sobre mis
hombros y me atrajo asía él y yo le dejé hacer, me sentí bien, me gusto, de
pronto se detuvo y me giro asía él, e hizo como que me iba a dar un beso, pero
sonrió y me dijo: ¿Creíste que te iba a besar?, solo bromeaba, y yo le dije
dame el beso, y me dijo ¿Cómo?, que me des el beso, bésame; él me lo dio, fue
mi primer beso. Un beso tierno, un beso intenso. Al principio fue solo el toque
con los labios, pero después, él introdujo su lengua, debo confesar que el
intercambio de saliva no me gustó, me pereció algo repulsivo, pero la situación
fue mágica, verdaderamente nueva, llena de expectación, es una sensación única,
agradable, en el alma, en el cuerpo, en el corazón, en el ser, la felicidad del
paraíso en un momento fulmíneo, en un instante que sabe a eternidad, que sabe a
gloria, que hincha el pecho y llena de sensación de alegría, de esperanza. El
me abrazó y yo le abracé con todas mis fuerzas, con todo mi ser, con todo lo
que tenía, con todo lo que era; estaba enamorada, de verdad que le quería, me di
cuenta que sentía amor por él, que mis sentimientos, afectos, emociones se habían
volcado a él. Llegamos a mi departamento y él me dijo – Podemos vernos mañana y
yo respondí – Claro.
Guau,
que día, me acosté ilusionada, llena de amor, enamorada, pero con una nube
negra en mi corazón, él tenia novia. Yo sabía que eso no era correcto, pero de
alguna manera tenia que pedirle que si esto que había pasado fuera a llegar a más
tenía que terminar con ella para que yo fuera su novia.
Los
días pasaron, al principio no sabía con certeza que éramos exactamente, porque Joel
a veces iba y seguíamos como que, siendo amigos, pero a veces los besos volvían.
Yo quería aclarar las cosas, pero un dejo de dignidad y escrúpulos me lo impedían,
pues no quería ser la rogona, la ladrona y destructora de un noviazgo. Pero al
final tuve que decirle que no seguiría saliendo con él sino me aclaraba las
cosas. El me respondió dame tiempo para arreglar las cosas. Y le dije, claro,
tienes todo el tiempo que quieras, pero debes saber que mientras tengas novia
no voy a permitir que tengas confianzas conmigo, pero tampoco quiero
presionarte, lo que decidas lo aceptaré, si terminas con tu novia, me voy a
sentir mal por ser la causa, pero creo que vale la pena y si decides quedarte
con ella, pues también lo aceptaré y voy a respetar tu decisión. Un día me
invito a salir, al principio me negué, pero me dijo es que hay algo que quiero
contarte y es importante para mí, te prometo que será solo un café, si quieres
nos vemos donde siempre. Le dije que sí, era viernes por la noche tenía que
regresar a casa así que le dije que no tenia mucho tiempo, aunque el autobús salía
a las 11 de la noche. Cuando llegué, él ya había llegado, le vi guapísimo, con
un pantalón negro de casimir, un suéter azul marino y una camisa blanca con
rayas delgadas de varios colores; me sonrió y yo a él, me dirigí a la mesa con
mi maleta de esas que tienen llantitas y su jaladera plegable que se esconde,
se puso de pie y sonrió con mucha alegría, me dio un beso en la mejilla y yo
también. Me dijo quieres algo, le dije que sí, pues tenía hambre, el mesero se
acercó y solicitamos el servicio. Era algo gracioso, porque lo mas practico
hubiera sido que nos viéramos en el restaurante de Leticia, pero preferíamos que
fuero en otro cercano, pues para evitar habladurías o chismes. Creo que la
discreción siempre es mejor. Al terminar de cenar me dijo: -es que quería
decirte que ya terminé con Liliana, no podía seguir con ella, la verdad es que
nuestra relación era mas de peleas y desacuerdos que de respeto y unión y quería
que lo supieras. Sentí mi pecho frio, no esperaba eso, me sentí culpable, pero feliz
también, y supe en ese momento para que estaba yo ahí. Joel me miro y me dijo
Alejandra tu eres lo mas importante que me ha pasado en la vida y no quiero perderte,
quiero que sigas siendo parte de ella y quería hacerte una pregunta. Mi corazón
se aceleró, mis manos comenzaron a sudar y yo tratando que mi voz sonara firme
le dije: -Claro, ¿Qué quieres saber? -. Alejandra, quiero pedirte que seas mi
novia. Guauuu!!!, que emoción, que dicha, que alegría sentí, no pude menos que sonreír,
no puede evitarlo, me brotaron lágrimas de los ojos, por la emoción, porque
estaba realmente conmovida. Joel se alarmó y me dijo no llores, te ofendí, perdóname
que tonto soy. No, no es eso, no has hecho nada malo, claro que quiero ser tu
novia, si, si, si y lloré. Que tonta debí haberme visto, pero para mi fue un
acontecimiento especial, único. Me sentí muy emocionada, ilusionada. Al salir
del restaurante, Joel me abrazó y me besó y me acompañó a la central de
autobuses, se quedo conmigo hasta que partió mi autobús, pero en todo ese
tiempo no paramos de besarnos y darnos arrumacos y de decirnos ¡TE AMO!
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